Nada como el método científico para comprobar hechos de primera mano. Te proponemos un experimento al alcance de cualquiera. Deja esta lectura durante diez segundos y echa una ojeada a tu alrededor, contando el plástico que tienes a la vista. La conclusión es apabullante: vivimos rodeados de estos compuestos, tanto que asusta.
Ojo al dato. Tan emplasticados estamos que en 2020 se superará en un 900% el plástico producido en 1980. ¿Y a dónde va todo eso? Greenpeace asegura que cada año llegan a los océanos entre ocho y doce millones de toneladas.
Como a cada acción le corresponde una reacción, la naturaleza está acusando el golpe. Dicen las estimaciones de la ONU, que estos desechos han costado la vida a un millón de aves y 100.000 mamíferos.
Y entre los mamíferos afectados nos encontramos nosotros. El exceso de fabricación de estos materiales perjudica a nuestra salud. Hay una intensa controversia que relaciona el BPA, un componente del plástico común, con un incremento de los casos de cáncer, problemas cardiacos y diabetes, entre otros.La buena noticia es que estamos a tiempo de evitar el desastre. Toca cambiar hábitos en nuestras vidas con realismo.
Del dicho, al hecho
Como siempre, tras la toma de conciencia hay que pasar a la acción. Son pequeños gestos que pueden parecer costosos al principio, pero que luego salen solos. Eso sí, de momento esta transición resulta más sencilla en las grandes ciudades, en las que es más frecuente encontrar tiendas de artículos de reciclaje, que en las pequeñas. Cuestión de oferta y demanda.
Una buena manera de empezar sería usar recipientes de almacenamiento reutilizables. El vidrio de toda la vida sigue siendo una gran idea, sobre todo si en su interior guardamos productos comprados a granel, cada vez más populares. También el vidrio vuelve en forma de botellas, que pueden sustituir la legión de botellas y botellitas que a poco que nos descuidemos invaden nuestros hogares.
Precisamente uno de los santuarios de las botes, tubos y botellas de plástico (de todas las formas y colores) son nuestros cuartos de baño. La solución para poner fin a este pequeño museo de los envases es sustituir los productos envasados (volver a las clásicas pastillas en lugar del jabón de manos) o bien comprarlos en los envases más grandes posibles. Positivo para el planeta… y para el bolsillo.
Como consumidores responsables debemos poner atención a lo que compramos. Se trata de un acto con el que, casi sin esfuerzo, podremos evitar todos esos envases que luego tocará reciclar (en el mejor de los casos). Por supuesto, ¡sólo faltaba!, nada de bolsas plásticas. Hay alternativas como las reutilizables o las de papel, algunas con unos diseños fabulosos. Al fin y al cabo, nada más cool que salvar el planeta.