Hygge
convierte tu casa en un hogar
La cultura no conoce fronteras. Tradiciones y costumbres migran, mutan, se adaptan. Algunas lo hicieron hace tanto tiempo que sería imposible imaginarnos nuestro entorno sin ellas. Otras vienen de la mano del consumismo y las últimas tendencias. A veces se importan individualmente, de forma personal tras visitar algún lugar remoto. En ocasiones las encontramos invadiendo un escaparate con un reclamo sensual. El hygge danés apareció hace unos años en las librerías y, al estilo de Halloween y San Valentín, parece que llegó para quedarse.
En Dinamarca, hygge es una palabra extremadamente común, íntimamente relacionada con la forma de ser de sus habitantes. Es difícil traducirla en su totalidad, pero se podría resumir como una tendencia hacia lo acogedor, intimista y confortable, a calcetines peludos y chocolate caliente, a velitas y pastas caseras. Sobre esa idea de comunidad pequeña, humilde, que se apoya y fortalece se construye la identidad nacional de uno de los países más felices del mundo. El concepto opuesto uhygge (no hygge) representa todo aquello que crea discordia, que rompe el entorno cálido y amable. Los daneses no quieren uhygge a su alrededor. Conceptos como la arrogancia y el consumismo son algunos de los elementos más uhygge que uno se pueda encontrar. Así pues, ¿qué es hygge y por qué se ha asentado tan cómodamente en nuestra sociedad?
Pues es tanto una forma de vida como un estado de ánimo. Consiste principalmente en buscar la comodidad y la felicidad en las cosas pequeñas que nos rodean, como la compañía de amigos y familiares, el sabor de un dulce casero o el calor de una chimenea. En Dinamarca, donde los inviernos son largos, fríos y oscuros, el termino se popularizó en el siglo XIX con la implosión de sus ambiciones imperialistas. Dejando atrás su intención de dominación, el pueblo se aferró a su concepto de unión nacional, igualdad y reparto de bienes. “Pensar que podemos estar bien independientemente del colectivo o en antagonismo con él, es erróneo. Nosotros formamos parte y hemos de poner nuestro granito de arena para crear un buen ambiente,” explica Christina Stub, autora del libro ‘Hygge – el arte de cuidar el momento presente’. “Los daneses pagan los impuestos con mucho gusto. No porque les guste hacerlo, sino porque en vez de verlo como un gasto inútil, saben que están invirtiendo en su seguridad. En una red que les ayudará cuando lo necesiten.”
Parece, pues, muy sencillo: dominar el ego, pasar un buen rato con seres queridos y, en definitiva, cuidarse. La estética unida a este concepto evoca tiempos de mayor sencillez. Los dorados titilantes de las velas de té que le confieren a todo un aspecto más acogedor. El suave abrazo de ropa cálida y mullida para resguardarse del invierno, y el agradable aroma de dulces recién hechos. El hygge mainstream que ha llegado a nuestras tiendas nos ofrece la oportunidad de disfrutar del hogar de una forma que no suele ser tradicional en nuestro país, más dado a la cultura de las terracitas. Nos propone un plan de sofá-manta-libro, convirtiendo nuestro espacio en un sitio acogedor que invite a pasar tiempo en él. En definitiva, convertir nuestra casa en un hogar, no en un sitio de paso.
Pero no solo eso, sino que el término aparece liberado de las connotaciones negativas que tiene en su país de origen tales como ostracismo, racismo y tendencias depresivas por su inherente rechazo a las discusiones y cualquier tema que, por su complicación emocional pueda resultar uhygge.
La evolución cultural de nuestra sociedad se cimienta sobre la inclusión y exclusión de elementos culturales de todos aquellos lugares que tocamos. Siglos atrás, estos cambios venían de la mano del colonialismo. Hoy en día, los métodos son diferentes, pero el resultado, muy similar. Incluir hygge en nuestra vida, amoldándolo al entorno en el que vivimos nos permite crear un entorno seguro en el que refugiarnos de las inclemencias del exterior, un lugar acogedor en el que protegernos de las tormentas mediáticas y catástrofes sociales que parecen asolar nuestro día a día.
Así pues, durante estos días de distanciamiento social, proponemos encender algunas velas, enfundarse en ropa cómoda y preparar un plato de pastas, una taza de café y desconectar durante unas horas, sentir el calor de la cerámica en las manos y dejarnos envolver por el olor de galletas de mantequilla para disfrutar de nuestro momento hygge.