Todos conocemos los beneficios que un simple paseo de veinte minutos puede tener para la salud, pero hay una práctica oriental que convierte los paseos en una experiencia transformadora que involucra a todos los sentidos: el shinrin-yoku, o “baño de bosque”.

Los baños de bosque tienen su origen en Japón, donde el gobierno empezó a promoverlos en 1982 para combatir el estrés en la población y reducir el karoshi: la “muerte por exceso de trabajo”. Cada año más de dos millones de japoneses, afectados por el estrés, la hipertensión y la ansiedad de la vida urbana moderna, acuden a las sesiones organizadas en alguno de los 65 espacios verdes del país certificados por la Shinrin Therapy Society, que consisten en relajados paseos por el bosque con ejercicios de respiración dirigidos por terapeutas de bosque certificados.
Aunque el concepto está inspirado en antiguas prácticas budistas y sintoístas, el shinrin-yoku tiene sólidas bases científicas. Según estudios realizados en Japón, los baños forestales bajan la presión arterial, fortalecen el sistema inmunológico, reducen las hormonas relacionadas con el estrés y la incidencia de infartos.

«Hemos pasado el 99,9% de nuestra evolución en ambientes naturales», explica Yoshifumi Miyazaki, antropólogo de la universidad de Chiba. «Nuestras funciones fisiológicas aún están adaptadas a esos entornos y en el día a día podemos alcanzar una sensación de bienestar si sincronizamos nuestros ritmos con los del medio ambiente».
Sus trabajos junto a su colega Juyoung Lee –junto a los del científico chino Qing Li– han probado que, en comparación con caminatas urbanas, los baños forestales pueden reducir en un 12,4% los niveles de la hormona del estrés cortisol y un 1,4% de promedio la presión arterial. La incidencia de infartos también se reduce en un 5,8%.
El contacto con la naturaleza hace disminuir, además, la actividad del córtex prefrontal, responsable de funciones cognitivas como planificar, y aumenta la actividad en otras áreas del cerebro vinculadas con la empatía y las emociones. «Por eso la comida sabe mejor en el campo», señala Miyazaki. Los baños forestales también aumentan el nivel de las llamadas células NK –sigla de natural killers o asesinas naturales–, un tipo de glóbulo blanco que permite combatir enfermedades.

«Se trata de tomarse el tiempo para notar lo que vemos, respirar profundamente, sentir el contacto con el aire, las texturas de las hojas, escuchar el viento entre los árboles, oír los pájaros», explica Amos Clifford, fundador de la Asociación de Terapias de la Naturaleza y el Bosque de California, que promueve la práctica japonesa en Estados Unidos.
En España hay un centro certificado en Tenerife, pero cualquier paseo por el bosque –siempre que se realice sin prisa, de una manera consciente y atenta que involucre a todos los sentidos– es suficiente para darnos un «baño de bosque». Los recorridos son de alrededor de un kilómetro y medio y duran entre dos y cuatro horas, lo que demuestra que el Shinrin-yoku no es ejercicio físico, sino una actividad calmada y repleta de pausas.
Vaya tontería más grande lo del Shinrin-yoku, me gustaría conocer las «evidencias científicas» y los «certificados» de los centros.