Investigadora en el campo de las competencias emocionales aplicadas y creadora del Método La Granja. Conferenciante, formadora de empresas, consultora de organizaciones, divulgadora mediática y escritora de libros y cuentos. Ha impartido la conferencia «¿Qué son las emociones y para qué sirven?» para los compañeros del Hospital Asepeyo Sant Cugat.

 

Como personas, recibimos más mensajes que apelan a nuestras emociones que a nuestra racionalidad ¿Somos un blanco fácil para la manipulación emocional?

Sí, por supuesto que somos un blanco fácil, incluso muy fácil. Por un lado, porque como humanos somos vulnerables y, por tanto, es fácil herirnos. Por otro lado, si estamos educados emocionalmente y hemos convertido a nuestras emociones en nuestras inteligentes aliadas,  tendremos un montón de recursos para gestionar lo que sentimos, lo que nos pasa o lo que nos hacen. Y será entonces cuando nuestra seguridad y confianza nos convertirá en un blanco mucho más difícil e incómodo para aquel o aquella que quiera aprovecharse. 

¿Por qué es tan complicado regular nuestras propias emociones? 

Hay diferentes motivos, pero yo destacaría dos: 

Primero, porque no nos han enseñado. No podemos gestionar aquello que no conocemos, lo que no sabemos ni qué es ni para qué sirve. Tengamos en cuenta que nuestro sistema emocional es muy potente, para lo bueno y para lo malo. Las emociones tienen la misión de que sobrevivamos como especie, y nos aparta del peligro real, pero también del imaginario. Y justo aquí empiezan muchos de nuestros conflictos y problemas.  

El segundo de los motivos que destacaría es que las emociones son pre-conscientes, es decir, pasan antes de que seamos conscientes de que las estamos sintiendo. Eso significa que no podemos evitar sentir miedo, ni rabia, ni tristeza, solo podemos regular ese miedo, esa rabia o esa tristeza que estamos sintiendo. Y la ciencia aplicada que nos enseña esa regulación se llama Educación Emocional.

Nuestro sistema emocional es una verdadera obra maestra, es como tener un Ferrari Roma en la puerta de casa que nos puede llevar a donde queramos (a ese mundo que soñamos, repleto de habilidades sociales, empatía, autoestima, autonomía o regulación emocional). Pero si nadie nos enseñó a conducirlo, a saber cómo funcionan sus ocho marchas y su doble embrague, nos resultará complejo llegar a ese destino deseado. Nuestro sistema emocional tiene una enorme fuerza de tracción, pero muchas veces va solo, sin conductor. Seamos conscientes y no permitamos que emociones negativas como la rabia, el miedo o la desesperanza tomen el volante de nuestra vida.

¿Cuándo debe empezar el proceso de educación emocional de una persona? ¿Cómo debería ser una correcta educación emocional?

A partir de un año de edad, nosotros ya la trabajamos y entrenamos. Y para que funcione solo hay un truco, empieza por ti, hazlo tú primero. Quiero decir que es muy difícil que tu enseñes la escucha activa si tu no escuchas, o la comunicación positiva si tu no la utilizas. Primero tú y los demás (hijos e hijas, compañeros/as de trabajo, familiares) lo aprenderán por imitación porque las emociones y las competencias emocionales de las que hemos hablado son contagiosas.

Y una correcta Educación Emocional es cuando te funciona, es decir, cuando te sientes bien, te gustas a ti mismo/a, tienes relaciones saludables, sabes trabajar en equipo, tienes pocos conflictos y cuando los tienes no los escondes, los afrontas desde la calma.

Hay mucha confusión entre lo que es Educación Emocional y lo que no lo es. Aclarar que Educación Emocional no es educar entre algodones, es más bien todo lo contrario. Se trata de descubrir capacidades, saber decir no, tener la fuerza de levantarte cada vez que te caes y sentirte capaz de luchar por tus sueños. 

Educación Emocional no es memorizar la teoría, es hacerlo. Es Anna, de 12 años, cuando explicó que “La autoestima es como una botella que hemos de mantener llena para estar bien con nosotros mismos”. Eso es Educación Emocional bien entendida.

La pandemia ha desnudado nuestras carencias y el paisaje que ha mostrado no es muy positivo ¿Qué ha revelado sobre nosotros? ¿Cómo vamos de salud emocional?

La pandemia hizo caer una venda que casi todos llevábamos puesta, la de habernos creído que éramos invulnerables y que podíamos tenerlo todo bajo control. En resumen, que éramos los reyes del mambo, los amos del planeta. Y ni una cosa ni la otra.

Somos vulnerables, cristales rotos que tratan desesperadamente de esconderse tras una dura y reluciente armadura para evitar que nos dañen. Pero nos hieren igual, aunque tengamos nuestra lustrosa armadura bien colocada ¿verdad?

Eso es lo que nos ha revelado la pandemia, y es una buena noticia si aceptamos que simplemente somos eso, humanos. Ni máquinas que pueden trabajar 12 horas seguidas, ni tener las baterías siempre al 100%, ni ser perfectos y hacerlo todo bien.

¿Cómo vamos de salud emocional? Mal, muy mal. La verdad es que casi todos estamos fatal, y casi todos lo disimulamos. Y ese disimular empeora aún más las cosas. 

Seamos conscientes de que sin salud emocional no hay salud mental. Confieso que en los 38 años que llevo trabajando en La Granja con personas (niños/as, jóvenes y adultos) nunca me he encontrado tantas carencias emocionales como ahora, (y pasan por aquí 30.000 niños/as cada año y más de 5.000 adultos). Hablo de miedos a casi todo, bajas autoestimas, desilusión, desconfianza e inseguridad y ansiedad y estrés en niños/as a partir de 8 años. 

“Yo no soy importante, ni soy amiga mía. No merezco tratarme bien porque no lo valgo” nos dijo Anna de 10 años.  Eso es lo que nos estamos encontrando cada día y es absolutamente desolador.

Pero hay soluciones como la Educación Emocional Aplicada. Solo falta que los políticos, el sistema educativo, los medios de comunicación y las organizaciones lo integren y le saquen provecho.

Es en nuestros niños dónde seguramente podamos palpar nuestras deficiencias emocionales como sociedad ¿Qué nuevas situaciones está encontrando en su desempeño profesional?

“Me han dicho tantas veces lo que hago mal, que ya no sé lo que hago bien” dijo Miquel, de 14 años tras la actividad de Liderazgo con el caballo.  “Cuando me enfado conmigo mismo, voy al espejo y me insulto” confesó Sara de 9 años, tras la actividad Tejiendo nuevas relaciones.

¿Qué nos encontramos? Una ansiedad que los ahoga, como si tuvieran un agujero dentro que los vacía. Un estrés que los hace correr sin sentido. Una tristeza que no les permite sonreír y lleva a muchos a autolesionarse. Nos encontramos aislamiento y profundas bajas autoestimas, además de desconexión de uno mismo. También observamos una rabia que los hace pegarse e insultarse como una nueva forma de relacionarse en el patio. Y por supuesto miedo, un miedo atroz que los paraliza.

Pero los niños y las niñas son los grandes sabios de hoy en día, por su coherencia y su admirable honestidad. Aprenden rápido cuando se les enseña desde la vivencia. Y los resultados son estos:

 “He dejado el miedo en el bosque, no me lo quiero llevar conmigo” explicó Laura, de 8 años tras sus colonias con la escuela. O Ian, que con tan solo 5 comentó “La valentía es cortar el miedo con unas tijeras mágicas”. ¡Hagámoslo! Tengamos unas pequeñas tijeras en el bolsillo y saquémoslas cuando necesitemos cortar un miedo que nos paraliza a nosotros o a otra persona.

¿Hemos relegado la educación en inteligencia emocional frente a otras capacidades? ¿Por qué?

Porque venimos de un sistema tecnocientífico donde nos enseñaron a creer solo en lo que veíamos y en lo que se podía demostrar. Estamos educados para pensar, no para sentir. Y claro, cuando sentimos, ¡se lía todo! Y ese intento constante y desesperado por controlar lo que sentimos disimulando o tapando, pues no funciona. Dejemos de evitar lo inevitable: ser seres que sentimos siempre.

La Neurociencia ya está mostrando evidencias de la importancia de la gestión emocional para la salud mental, pero también para la salud física. Ha llegado la era de la Educación Emocional, donde radica el bienestar. Y eso, lo van aprovechar empresas, organizaciones, sistemas educativos  y gobiernos.

¿Está fallando la familia como primer aula de educación emocional? ¿La desorientación de los padres está produciendo hijos infelices?

Los padres y madres que no saben cómo lidiar con sus propias emociones, tampoco podrán lidiar con las de sus hijos e hijas y por tanto, sí, estarán más desorientados. Lo vivido estos años con la pandemia mundial, una guerra en Europa y las continuas crisis (económicas, de materias primas etc.) ha empeorado el panorama, pues las emociones que nos provoca la incerteza nos hace más desconfiados, más susceptibles y temerosos. Y eso nos acerca a la infelicidad.

Si una familia falla suele ser por miedo, por sobreproteger, por preparar el camino para sus hijos, y no a sus hijos para el camino. A corto plazo esos niños/as estarán contentos, pues su vida está hiper protegida. Pero a medio plazo no. Y eso lo veo muchísimo en mi trabajo, en los adolescentes y jóvenes que se han creído que su felicidad depende de los demás (los amigos, los padres, la pareja…). Es importante no confundirlos, y decirles “hijo, tu felicidad depende de ti, la mía de mí”. Comprarle una bici a tu hijo no lo hará feliz, solo lo pondrá contento. Y obviamente, si está contento será más fácil que sea feliz, pero eso es algo que ha de hacer cada uno y pasa piel adentro. 

Por la Granja Ability Training Center han pasado más de 270.000 niños ¿Qué beneficios aporta a la educación emocional de los niños y jóvenes?

Trabajar la Educación Emocional desde la vivencia y la experimentación, en un entorno natural, con caballos y animales ofrece una experiencia de crecimiento y desarrollo inigualable. Si además añadimos el Método La Granja, evaluado y demostrado científicamente por el GROP de la Universidad de Barcelona (con cambios significativos en 4 de las 5 competencias emocionales tras su paso por alguno de los centros de La Granja en Barcelona, Madrid o Andorra), es cuando nos convertimos en un Acelerador de Competencias. Y eso interesa no solo a los padres y docentes que nos visitan con las colonias escolares o los campamentos de verano, además interesa a las empresas, organizaciones y clubes deportivos de alto nivel que forman a sus equipos en alto rendimiento.

El resultado es, en definitiva, no temer a las emociones negativas porque desarrollan los recursos que les ayudará a regularlas, y conocer los trucos para conseguir ese bienestar que tanto anhelamos.